Crucero Reina Mercedes

CRUCEROREINAMERCEDESHemos tenido el placer de poder entrevistar a Javier Yuste González , este chicarron del norte Licenciado en Derecho y a veces colaborador de este periódico nos presenta su última obra  » Crucero Reina Mercedes » donde el lector puede sumergirse en  un capitulo desconocido y sorprendente  de la historia  de nuestra Armada.

 EDM – ¿Por qué la historia de este barco en concreto?

J.Y – Pues fue una simple casualidad, la verdad. Entre los excelentes y variados artículos sobre historia militar que inundan la Revista General de Marina (RGM), sección a la que dedica muchas páginas en cada uno de sus números, hace ya unos años me topé con un trabajo que firmaba un amigo y compañero de armas en la editorial De Librum Tremens. Manuel Díaz Ordóñez se había dejado su tiempo y unas cuantas páginas en relatar la historia del transporte Manila, que fue en su tiempo español y, después, americano tras el fin del año 1898.

Me llamó poderosamente la atención saber del destino de muchos de aquellos barcos, tanto del teatro en la Gran Antilla como en las Filipinas. Muchos de ellos tuvieron un historial en Asia, sobre todo en el Yang-Tzé, durante la Rebelión Bóxer y, cómo no, en la guerra filipino-americana que estalló justo cuando la bandera española dejó de ondear por aquellos lugares.

Y, claro, a nadie le pasa por alto que en nuestra conciencia histórica brilla con especial intensidad los avatares de Julio de 1898. Así que centré mi atención en aquellos buques que pulularon por Cuba y entre ellos destaca el crucero Reina Mercedes. No participó de la desastrosa salida de Santiago de Cuba con la escuadra de Cervera, pero al día siguiente, renqueante por su estado que lo obligó a ser ya en aquellos tiempos un pontón con fines de defensa, trató de cumplir una arriesgada misión, pero que no sirvió de nada, como era la de taponar la entrada del canal de la ciudad e impedir la entrada de la flota enemiga, dando un valioso balón de oxígeno a la plaza.

El Mercedes pronto llama la atención por ser un buque que fue reflotado por los americanos y dado de alta en su Marina, donde sirvió hasta 1957. Esos datos fueron más que suficientes como para que, como si la diosa nórdica Ran me hubiera atrapado en su red, me zambullera en las profundidades de esta apasionante historia que es un reflejo claro de la España de finales del s. XIX y del comienzo de la alianza entre EEUU y nuestro país a mediados de la década de 1950.

 EDM – ¿Le resultó difícil documentarse para este libro?

J.Y- Gracias a las nuevas tecnologías se podría decir que no todo lo difícil que me habría resultado hace tan solo unos pocos años. Aún así, ha sido un trabajo intenso, cargado de complejidades, de horas y horas buscando datos y más datos, profundizando en curiosidades y hasta perdiendo los papeles al ver que se te ha enfriado la pista que seguías por no haberla atesorado como era debido.

Sin duda alguna, este trabajo bebe directamente de lo que nos pueden ofrecer las actuales hemerotecas digitales, que para mí son una auténtica puerta al pasado, un servicio silencioso muchas veces altruista y que no está muy valorado por la gran mayoría que solo cree ver en el estudio de la historia un hobby sin fundamento o un trabajo para arrugados catedráticos.

La función de las hemerotecas es la de formarnos sin pedir nada a cambio (salvo de esos periódicos que cobrar por leer noticias de hace más de setenta años, algo inexplicable). Destaca en la época española, sin duda alguna, la que ofrece la Biblioteca Nacional de España, donde he encontrado publicaciones que me habrían sido imposibles de acceder sin recorrer medio país. También la del Congreso de los Estados Unidos, para su etapa ya bajo el pabellón de las barras y estrellas.

Tampoco puedo dejar de lado la amabilidad de compañeros y amigos que me fueron pasando información sobre aspectos relacionados y que surgían de la propia historia del Mercedes, que van desde Miguel Aceytuno hasta el director de la Revista General de Marina.

EDM – ¿Cuánto tiempo le ha llevado “Crucero Reina Mercedes”?

J.Y – Pues ahora no sé determinarlo debido al propio proceso de documentación y redacción del mismo, ya que, en origen, no iba a ser un libro de 288, sino tan solo un artículo centrado en la etapa americana del crucero para la Revista General de Marina que fue creciendo y creciendo. Que se fue de madre, vamos.

Siendo que ya el periodo entre 1898 y 1957 bien valía un libro, me topé con el detalle de que tan solo estaba contando la mitad de una historia, de una vida. ¿Qué pasaba con lo que pasó con el buque antes del 4 de julio de 1898?

Así que tuve que lanzarme a por la vida española, creando un libro en el que aprendí muchísimo de aquella etapa tan olvidada y maltratada de nuestra propia historia.

El crucero nace, crece y muere bajo los golpes de una vida, como si fuera un ser sintiente.

Por desgracia, no tengo las fechas muy claras, pero sería más de un año entre la labor de recopilación y redacción, siendo que esta “última” fase no es una mera reseña de datos, sino casi una narración. La profesión de novelista va por dentro y he tratado de imprimirla al trabajo.

EDM – ¿Dónde nace su interés por la historia militar?

J.Y- Quizá provenga de mis propias limitaciones. Siempre estuve inclinado por el mundo militar pero bien pronto supe que no podría servir por una serie de problemas físicos que llevo arrastrando desde niño.

Me habría gustado mucho pertenecer a la Armada. Incluso si hubiera podido ingresar en la Reserva Voluntaria, como miembro del Cuerpo Jurídico de la Defensa, de acuerdo a mis estudios universitarios. Pero no pudo ni uno ni otro.

Creo que por dicha razón, habiéndome gustado siempre la Historia, el “servir” por el camino de las letras en este sentido es mi contribución. Como otros muchos, cada vez más por suerte, defendemos nuestro pasado.

EDM – ¿Es consciente España de su pasado histórico militar?

J.Y – Por desgracia, ni es consciente de su pasado histórico militar ni del histórico a secas. Conformamos un país muy curioso en el que se nos llena la boca con términos como “memoria histórica”, pero para quedar bien de cara a la galería, porque a la mayoría les importa ésta un pepino, así como las vidas de los que estuvieron antes que ellos. Es como si la propia Historia se hubiera convertido en un mito, cuento o, incluso, chiste en el que brillan con intensidad las derrotas, valiendo mucho más una de estas que mil victorias.

Me ha pasado en varias ocasiones. Sacas un tema histórico, da igual el que sea, pero sobre todo si tiene una vertiente militar, y noto que no pocos dibujan en su rostro una mueca de desagrado y pronto te cambian a temas bastante banales.

En esas ocasiones llego a la conclusión de que para esa terrible mayoría, ese pasado no es más que un lastre, por no emplear una terminología más soez. Un conjunto de hechos atesorados en libros y museos sin los cuales uno “puede pasar”. Es más, creen que nada deben a todo aquello.

Incluso es posible que les cause vergüenza sin saber por qué.

Un gran error. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo creo que el español tropieza hasta tres porque ni se molesta en ver atrás. Quizá tenga miedo de convertirse en estatua de sal.

Lo peor de todo es que la historia en sí, da igual la que sea, no es el relato frío de unos hechos, sino la verdadera historia de personas con nombres y apellidos que vamos perdiendo poco a poco por desidia o accidente.

 

EDM – ¿Está trabajando ya en alguna otra obra?

J.Y – En la actualidad estoy sufriendo un incómodo parón, fruto sobre todo de haber terminado el pasado diciembre otro ensayo histórico, aunque éste es muy particular. A lo largo de más de 125.000 palabras desgrano la biografía del dibujante Hugo Pratt, creador del mítico Corto Maltés (al que soy muy aficionado), y su relación con la segunda guerra mundial. Han sido largos meses en los que me he zambullido en su vida y su obra, desde 1927 hasta 1995, a través de su juventud en el conflicto internacional y sus 52 historietas ambientadas en ella. Por ahora estoy buscando editorial que se atreva a llevar a las librerías esta obra muy novedosa en el mercado, ya que nunca se ha procedido a hacer un enfoque de este tipo sobre este genial hombre, pero reconozco que es algo muy concreto y arriesgado. Sobre todo quiero que salga a la luz porque lo escribí durante los meses en los que iba perdiendo a mi madre por culpa del cáncer y lo terminé cuatro meses después de que ella falleciera. Está totalmente dedicado a ella, del mismo modo que Pratt dedicaba a su padre su obra. Puede que ese sea el punto de enlace entre mi persona y la figura del dibujante italiano.

Aparte de esto y seguir colaborando con la Revista General de Marina o Historia Rei Militaris, estoy sopesando seriamente regresar a la ficción. Pero ponerme de nuevo con la continuación de “Los últimos años de mi primera guerra”, aunque contara con 50.000 palabras cuando la dejé, me da bastante respeto. Da lo mismo que sepa cómo comienza, qué pasa y cómo termina. Es como enfrentarse al abismo, pero desde las selvas de Indochina (ahí va una pista de por donde andará el bueno de Larrabeitia).

Y en ese mismo campo, tengo muchas ideas para otras novelas, todas ellas relacionadas con el mundo militar. Hay una que me interesa bastante, aunque todas pelean en mi cabeza como gatos panza arriba por alzarse con el premio de ser la primera que pase de mis neuronas a la hoja en blanco del Word. Es algo complicado. No es falta de inspiración, es falta de decidirse